El trabajador: malos tiempos para la lírica.
El trabajador: malos tiempos para la lírica.
Me permito el lujo de parafrasear el título de aquél célebre poema de Bertolt Brecht para ilustrar la situación que viven los trabajadores de este país. El ambiente económico sigue siendo negativo, pese a que el Gobierno se empeña en afirmar que existen síntomas evidentes de recuperación económica (los antiguos brotes verdes). Pese a que sí que es cierto en que hay una pequeña mejoría, no es menos cierto que sigue existiendo una mala situación económica para el mundo laboral: las empresas pasan por problemas, y consecuentemente eso se acaba traduciendo en los derechos de los trabajadores.
España, debido a su estructura social y laboral siempre ha tenido un problema con la ocupación. En cada crisis o recesión que sufrimos, siempre superamos la fatídica tasa del 20% de desempleo, con el consecuente drama social y familiar. En la actualidad, tenemos una tasa del 24,4% habiendo llegado a registrar la plusmarca (como en el atletismo) del 26,3% de tasa de desempleo.
Los sucesivos gobiernos, en vez de emprender las oportunas reformas necesarias para modernizar la economía productiva del país, han ido realizando sucesivas modificaciones de la legislación laboral que no han acabado de solucionar el problema endémico del país. Y es que, cuando la diferencia de desempleo entre la Comunidad Autónoma más desocupada (Andalucía con un 35,2% de desempleo) y la menos desocupada (Navarra con un 20,3% de desempleo) es de más de la mitad, o lo que es lo mismo 20,3 puntos porcentuales de diferencia, es que existe un problema estructural económico y no un problema de regulación del mercado de trabajo, ya que la normativa laboral es la misma para todas las regiones.
Habida cuenta de lo expuesto, entiendo que es imperativo realizar un brevísimo resumen de las grandes reformas laborales realizadas, para poder analizarlas posteriormente, y obtener una conclusión evidente: el camino realizado no ha servido para nada.
La primera gran reforma laboral se realizó en el año 1984, es decir, hace treinta años, y con una tasa de desempleo del 21,5%. En ella se favorecieron medidas encaminadas a conseguir una mayor temporalidad como receta mágica para reducir el desempleo. Asimismo, se redujo la jornada laboral a 40 horas semanales y se aumentaron los días de vacaciones a 30 días naturales. Así pues, al margen de dichas conquistas, la receta fue favorecer la temporalidad para reducir el desempleo.
Diez años después, en 1994, con una tasa de desempleo en el 24,2%, se introdujeron unas medidas urgentes encaminadas a favorecer la contratación mediante la implementación de más medidas de flexibilidad y de favorecimiento de la temporalidad. Otra de las grandes modificaciones introducidas es que se eliminó la obligación de contratación a través del INEM, pudiéndose efectuar contrataciones a través de las Empresas de Trabajo Temporal (ETT).
En 2001, con una tasa de desempleo en el 10,4%, se introdujeron una serie de cambios encaminados a fomentar la indefinibilidad del mercado de trabajo mediante el uso de bonificaciones y el aumento de la cuota empresarial de la Seguridad Social en contratos temporales. Tres años después, y sin que dichas medidas fuesen responsables, en 2004 disminuía la tasa de desempleo por debajo del 10%. Nunca en la España democrática había existido una tasa tan baja de desempleo. Lo que era un claro reflejo de la situación de burbuja inmobiliaria, nos hacía estar en la Champions League de la economía.
En el año 2010, con la crisis en su máximo esplendor, y con un desempleo en el 20%, el gobierno emprendió una nueva reforma laboral. En ella se establecieron límites temporales a la concatenación de contratos temporales y de obra o servicio. Asimismo, y como principal novedad, se amplió el campo de acción de las causas por despido objetivo (económicas, técnicas, organizativas o de producción).
En febrero de 2012, con una tasa de desempleo en el 23,6%, se emprendió la última gran reforma laboral, siendo quizá la más agresiva de todas. Como principales novedades se introdujeron la posibilidad de distribuir irregularmente el 10% de la jornada laboral; se ampliaron los supuestos de descuelgue de convenios; se suspendió la necesidad de autorización previa administrativa en los Expedientes de Regulación de Empleo; se redujo la cuantía por despido improcedente de 45 días de salario por año con un máximo de 42 mensualidades a 33 días de salario con un máximo de 24 mensualidades; y finalmente, se emprendió el que entiendo que es quizá el gran cambio: la práctica supresión de los salarios de trámite.
Respecto a la normativa que regula el Fondo de Garantía Salarial, en los últimos años se han reducido las cuantías a las que tiene que hacerse cargo el fondo. Los límites salariales tanto para indemnizaciones como para salarios pendientes se reducen del triple del salario mínimo interprofesional al doble del salario mínimo interprofesional. Respecto a los salarios pendientes, el FOGASA sólo se hace cargo en la actualidad de un máximo de 120 días de salario pendiente, cuando antes se podía reclamar hasta 150 días. Finalmente, este último año ha desaparecido la ayuda que tenían las pequeñas empresas a la hora de indemnizar por despidos motivados por causas objetivas; se suprime el abono directo por parte del FOGASA del 40% de indemnización.
En conclusión, respecto los gobiernos, sean estos del PP o del PSOE, no han tenido la valentía (o capacidad) de emprender las reformas de calado que lograsen una política de empleo decente; sino que se han dedicado a ir dando palos de ciego y poniendo parches, situación que ha generado una situación inasumible para empresas y trabajadores. Hasta que no se logre hacer un mercado competitivo donde las empresas puedan crecer y consecuentemente crear puestos de trabajo sin que estos sean escasos y precarios, no superaremos uno de los males endémicos de este país, pero quizá eso sea pedir demasiado a la actual clase dirigente.
Adrià García i Alonso
Em permeto el luxe de parafrasejar el títol d’aquell cèlebre poema de Bertolt Brecht per il•lustrar la situació que viuen els treballadors d’aquest país. L’ambient econòmic segueix sent negatiu, malgrat que el Govern s’obstina a afirmar que existeixen símptomes evidents de recuperació econòmica (els antics brots verds). Malgrat que sí que és cert en què hi ha una petita millora, no és menys cert que segueix existint una mala situació econòmica per al món laboral: les empreses passen per problemes, i conseqüentment això s’acaba traduint en els drets dels treballadors.
Espanya, a causa de la seva estructura social i laboral sempre ha tingut un problema amb l’ocupació. En cada crisi o recessió que sofrim, sempre superem la fatídica taxa del 20% de desocupació, amb el conseqüent drama social i familiar. En l’actualitat, tenim una taxa del 24,4% havent arribat a registrar la plusmarca (com en l’atletisme) del 26,3% de taxa de desocupació.
Els successius governs, en comptes d’emprendre les oportunes reformes necessàries per modernitzar l’economia productiva del país, han anat realitzant successives modificacions de la legislació laboral que no han acabat de solucionar el problema endèmic del país. I és que, quan la diferència de desocupació entre la Comunitat Autònoma més desocupada (Andalusia amb un 35,2% de desocupació) i la menys desocupada (Navarra amb un 20,3% de desocupació) és de més de la meitat, o el que és el mateix 20,3 punts percentuals de diferència, és que existeix un problema estructural econòmic i no un problema de regulació del mercat de treball, ja que la normativa laboral és la mateixa per a totes les regions.
Tenint en compte l’exposat, entenc que és imperatiu realitzar un brevíssim resum de les grans reformes laborals realitzades, per poder analitzar-les posteriorment, i obtenir una conclusió evident: el camí realitzat no ha servit per res.
La primera gran reforma laboral es va realitzar l’any 1984, és a dir, fa trenta anys, i amb una taxa de desocupació del 21,5%. En ella es van afavorir mesures encaminades a aconseguir una major temporalitat com a recepta màgica per reduir la desocupació. Així mateix, es va reduir la jornada laboral a 40 hores setmanals i es van augmentar els dies de vacances a 30 dies naturals. Així doncs, al marge d’aquestes conquestes, la recepta va ser afavorir la temporalitat per reduir la desocupació.
Deu anys després, en 1994, amb una taxa de desocupació en el 24,2%, es van introduir unes mesures urgents encaminades a afavorir la contractació mitjançant la implementació de més mesures de flexibilitat i d’afavoriment de la temporalitat. Una altra de les grans modificacions introduïdes és que es va eliminar l’obligació de contractació a través de l’INEM, podent-se efectuar contractacions a través de les Empreses de Treball Temporal (ETT).
En 2001, amb una taxa de desocupació en el 10,4%, es van introduir una sèrie de canvis encaminats a fomentar la indefinibilitat del mercat de treball mitjançant l’ús de bonificacions i l’augment de la quota empresarial de la Seguretat Social en els contractes temporals. Tres anys després, i sense que aquestes mesures fossin responsables, en 2004 disminuïa la taxa de desocupació per sota del 10%. Mai en l’Espanya democràtica havia existit una taxa tan baixa de desocupació. El que era un clar reflex de la situació de bombolla immobiliària, ens feia estar en la Champions League de l’economia.
L’any 2010, amb la crisi en la seva màxima esplendor, i amb una desocupació en el 20%, el govern va emprendre una nova reforma laboral. En ella es van establir límits temporals a la concatenació de contractes temporals i d’obra o servei. Així mateix, i com a principal novetat, es va ampliar el camp d’acció de les causes per acomiadament objectiu (econòmiques, tècniques, organitzatives o de producció).
Al febrer de 2012, amb una taxa de desocupació en el 23,6%, es va emprendre l’última gran reforma laboral, sent potser la més agressiva de totes. Com a principals novetats es van introduir la possibilitat de distribuir irregularment el 10% de la jornada laboral; es van ampliar els supòsits de despenjament de convenis; es va suspendre la necessitat d’autorització prèvia administrativa en els Expedients de Regulació d’Ocupació; es va reduir la quantia per acomiadament improcedent de 45 dies de salari per any amb un màxim de 42 mensualitats a 33 dies de salari amb un màxim de 24 mensualitats; i finalment, es va emprendre el que entenc que és potser el gran canvi: la pràctica supressió dels salaris de tràmit.
Respecte a la normativa que regula el Fons de Garantia Salarial, en els últims anys s’han reduït les quanties a les quals ha de fer-se càrrec el fons. Els límits salarials tant per a indemnitzacions com per a salaris pendents es redueixen del triple del salari mínim interprofessional al doble del salari mínim interprofessional. Respecte als salaris pendents, el FOGASA només es fa càrrec en l’actualitat d’un màxim de 120 dies de salari pendent, quan abans es podia reclamar fins a 150 dies. Finalment, aquest últim any ha desaparegut l’ajuda que tenien les petites empreses a l’hora d’indemnitzar per acomiadaments motivats per causes objectives; es suprimeix l’abonament directe per part del FOGASA del 40% d’indemnització.
En conclusió, respecte els governs, siguin aquests del PP o del PSOE, no han tingut la valentia (o capacitat) d’emprendre les reformes de calat que aconseguissin una política d’ocupació decent; sinó que s’han dedicat a anar donant pals de cec i posant pedaços temporals, situació que ha generat una situació inassolible per a empreses i treballadors. Fins que no s’aconsegueixi fer un mercat competitiu on les empreses puguin créixer i conseqüentment crear llocs de treball sense que aquests siguin escassos i precaris, no superarem un dels mals endèmics d’aquest país, però potser això sigui demanar massa a l’actual classe dirigent.
Adrià Garcia i Alonso.